10 nov 2013

Maniobras conjuntas con la BRIPAC

 
Maniobras conjuntas con la BRIPAC ... o de cómo optimizar los recursos más básicos.

Hace mucho tiempo, tanto que casi no recuerdo. Creo que era otoño. Me vienen a la cabeza: mochila, CETME y poncho..., lluvia, humedad y hambre..., extenuantes marchas.

Domingo, última hora de la tarde. Habíamos llegado de permiso de fin de semana, y nos acostamos. íbamos a madrugar más de lo acostumbrado. Ya nos lo habían dicho. Al día siguiente comenzaban unas maniobras conjuntas con la Brigada Paracaidista y no era caballeroso llegar tarde a una cita de semejante envergadura con tan cumplida "Dama".

Tuvieron que abrir el comedor para comenzar el día desayunando. Todavía veo las caras de cabreo de los encargados de dar la primera colación del día. El madrugón fue de aúpa. Acto seguido se nos ordenó preparar la mochila.

Al parecer, las maniobras durarían unos cuatro o cinco días. En ellas recogeríamos a varias Compañías de la BRIPAC y facilitaríamos su acceso a una zona determinada del Pirineo Navarro.

Para ello, la Cia. EE. EE. aportaría una sección con la labor de ejercer de guía a través de, en teoría, territorio hostil. Se suponía que nosotros estábamos infiltrados tras las líneas enemigas, ellos realizarían un salto y les recogeríamos.

Nuestro grupo estaría dividido en diferentes pelotones a cuyo mando se encontraría un Sgto. Algún pelotón incluiría un Cabo 1 º, aunque sólo teníamos dos, uno el Cabo Primero Cortés, y del otro no me acuerdo el nombre, creo que Ramirez o Crispín. Por debajo de ellos estarían un Cabo y cinco soldados. En principio, la Jefatura de Unidad de nuestra Cía. decidió que la sección idónea para esa misión era la Segunda Sección, vamos, la nuestra. Éramos veteranos, y los indicios hacían que empezáramos a sospechar ...

Una Compañía como la nuestra, de maniobras, con otra tanto o más orgullosa, la flor y nata de la soldadesca (al menos en parte), mano a mano, en unas maniobras que temíamos fueran a convertirse en competición. Y cuando eso ocurre, ya sabemos quién corre...

Formamos con el equipo completo frente a la entrada, como siempre, de la Cía. Se dieron las correspondientes novedades, y a continuación nos informaron sobre las maniobras. En ese momento comenzaron a dividir la Sección.

Nombraron al Sgto. Pascual y con él su pelotón. Luego al Sgto. Segura, lo mismo. Después al Sgto. Callado y sus soldados.

-"Joder, no queda más que el Sgto. Lara, y eso es garantía de caña, CAÑA, y MÁS CAÑA."-

Nos mirábamos entre los que quedábamos, sin alterar el "descanso" e interiormente repetíamos el mantra :

-" iii JODER, JODER, Y MÁS JODERR !!!"-

El grupo que restaba, estaba compuesto por mis compañeros soldados Koldo, Benja, Salas, Rojo, Txusbi y Tajes. Como Cabo un servidor y máximo responsable, el Sgto. Lara.

El Alto Mando del Batallón había designado a nuestra Cía. Mi Capitán, el Sr. Solabre, eligió la Segunda Sección, el Teniente Gil algo tendría que decir, y el Sgto Lara, finalmente, nos adjudicó la responsabilidad de mantener el pabellón de la Cía. en el lugar que correspondía, por honor, honra y "cojones". Una vez más, el soldadito español de reemplazo, "voluntariamente elegido", se convertiría en el soporte, apoyo y garante del orgullo castrense.

-" Cabo, reúne a los hombres que tengo que comentaros algo", - me dijo el Sgto. Lara. 

Una vez reunidos viví una de las cosas que hoy en día aún pienso: ¿No habrá sido una invención mía, un sueño?

- "Vamos a ver, las maniobras van a ser, en principio, para cuatro o cinco días; aunque con la Brigada Paracaidista, nunca se sabe .. "-

Sábias y, sobre todo, "acojonantes" palabras de nuestro Sgto.

- "¿Cuántos calzoncillos habéis metido?"-

-"Pues cuatro o cinco, uno para cada día, mi Sgto."-

Contestamos al unísono los seis elegidos para la gloria.

-"iMAL!!!"-

- "Os garantizo que estas maniobras van a ser duras. Marcharemos mucho, rápido y en circunstancias desconocidas, condiciones severas. Ya lo veréis, no será un paseo. Cuanto más peso quitéis mejor para vosotros. Aparte de lo nuestro, llevaremos raciones de previsión y comeremos de lo que carguemos sobre nuestras espaldas. Así que ya podéis hacer sitio y restar peso a vuestros riñones".-

Estos comentarios no fueron hechos literalmente, sino que me he permitido tomar la licencia y exponerlos ya que, aunque el Sgto. Lara NO nos los dijo, estoy seguro que lo pensó, y en el momento, los suscribiría. Espero que hoy en día también, o si no, que me desdiga él.

Viniendo de quien venían los consejos no eran como para echarlos en saco roto, más bien para, una vez superado el shock, empezar a cavilar en cómo convertir nuestra mochila en algodón de azúcar u otro material volátil,  y ahí vino el comentario objeto de mis dudas:

-"Ya sabéis  con la mitad de calzoncillos os vale. Un día utilizamos uno, y al día siguiente, utilizamos el lado limpio que queda, esto es , le damos la vuelta."-

Todo esto dicho a seis vascos y un navarro, con el acento andaluz y la ironía que le caracterizaba; parecía un chiste.

Los ojos como platos..., no sabíamos si aguantarnos la risa o echarnos a llorar.

Nos miramos entre nosotros y sin que nadie dijera nada más, volcamos las mochilas en el suelo. Habíamos cruzado nuestro particular Rubicón. Ya poco o nada sería capaz de sorprendernos en estas prácticas militares. Craso error ...

Montamos en los camiones con un destino, no por conocido, menos incierto. Continuamos el camino, para iniciar, sin más contratiempos, las maniobras. Al cabo de un largo trecho llegamos a un lugar en el que nos distribuyeron por los diferentes frentes de salto. Todos los pelotones tomamos posiciones, y permanecimos a la espera.

En un rato, comenzaron a aparecer vehículos e infraestructura de la BRIPAC. Diferentes unidades móviles se desplegaron en cercanías con la misión de prestar apoyo logístico a los saltadores; "willys', camiones e incluso un trailer conformaban el grupo terrestre de los paracaidistas.

Soy consciente de que la Cía EE.EE. disponía de multitud de materiales e impedimenta: Desde diferentes uniformes para distintas necesidades de camuflaje, pasando por todo lo necesario para esquiar, escalar, y equipar cualquier tipo de pasos semi-permanentes, necesarios para superar los obstáculos que el terreno exigía. Nos podíamos considerar unos privilegiados por ello.

Bueno, pues la BRIPAC disfrutaba de unos medios logísticos acorde con sus necesidades. Tenían que mover una ingente cantidad de material y un importante grupo humano. Una de las cosas que más me llamó la atención fue el trailer. Era el vehículo donde se almacenaban todos los paracaídas utilizados en el salto. Contando que saltaron varias Cías. ( creo que una bandera completa) nos podemos imaginar su número.

Acostumbrados a los "Uros", nos parecía un monstruo que no encajaba en nuestro concepto de medios militares.




Después del salto se reagruparon y formaron para comunicar sus novedades, si las hubiera. 

A continuación se asignaron los diferentes pelotones-guías a sus Compañías, y de esta forma, tras proporcionarme el Sgto. Lara un mapa y una brújula, además de un destino, comenzaron nuestras tribulaciones a lo largo y ancho del Pirineo Navarro.

Nosotros íbamos en cabeza, como correspondía a nuestro rol de guías. Luego nos seguían parte de los Mandos de la Compañía Paracaidista, por detrás, el resto de la tropa. Un día, algunos Altos Mandos de ellos compartieron marcha con nosotros. Sobra decir que todo el mundo "a pata".

Desde el principio, nos llamó poderosamente la atención el que los soldados marcharan con el cien por cien del material de su unidad. Portaban ametralladoras MG-3 de 7,62mm; otros llevaban dos cajas de munición para ese arma; lanzagranadas, algunos morteros con sus correspondientes piezas, y entre ellas, la odiada "peseta", base sobre la que se montaba, que le había tocado a algún pobre desafortunado.

Los proyectiles de mortero eran portados por parejas de soldados en sus embalajes de madera, agarrando cada uno un asa de cuerda de la caja, del mismo modo que la munición del armamento personal. De el equipo de radio no hablo ya que nosotros también lo transportábamos.

Cualquiera que haya disfrutado del porte de una sola de esas armas colectivas, mediante el paso de la ''pista americana", dando los gloriosos "barrigazos", o paseándolas de maniobras, es consciente del placer que le podría proporcionar a cualquier masoquista en el ejercicio de su demencia.

Los que las han llevado es seguro que, con el paso del tiempo, no han olvidado ni su peso, ni su incomodidad para moverlas. Es una experiencia de las que dejan huella, sobre todo en el lomo...

Me imaginé que, al igual que nosotros, rotarían con el material. Al menos eso esperaba. También observamos como los Sargentos de la BRIPAC llevaban, como dotación, el CETME común y corriente. Los nuestros un subfusil.

Pues bueno, anduvimos de montaña en montaña. Al mediodía parábamos para comer, y a la noche para a cenar.

Bajo la lluvia, el poncho se convirtió en una segunda piel; la humedad calaba hasta los huesos y nos dejaba en un estado de desolación extremo. Menos mal que el calzado, nuestras apreciadas botas "kamet" nos protegían. Por cierto, acabaron envidiándonos por ellas.



No recuerdo muchos momentos en los que parara de llover. Uno de ellos fue cuando vivaqueamos a la noche, en las terrazas de un perdido y húmedo monte navarro. Una vez organizadas las guardias, nos dispusimos a cenar.

Entre la humedad y el frío, estábamos tiritando, y las raciones de previsión no ayudaban mucho a calentarse.

Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. No imaginaba yo que esas condiciones me harían espabilar de inmediato. Entonces me dí cuenta de que, utilizando el hornillo de emergencia reglamentario, y añadiendo un par de pastillas de caldo de carne al agua del cacillo, podía hacer un caldo calentito, salado y de agradable sabor. Dadas las circunstancias, i Dios mío, qué éxito !

Mis compañeros de pelotón, rápidamente, empezaron a copiarme e iniciamos la frugal cena. Alguna lata de carne de caballo argentina, un poquito de caballa, alguna galleta ...

-"¿Cómo cojones se monta este puto hornillo???"

Bueno, ni tan mal, y todo ello usando medios y material reglamentarios, cualquiera lo diría ... 

Cuando acabamos, montamos un refugio con varios ponchos entrelazados mediante cuerdas. No lIevabamos tienda de campaña, ni siquiera el sobretecho. Ya sabes, sólo el material imprescindible ...

Los paracaidistas nos miraban e intercambiaban sonrisas.

-"Esta noche no está de llover, no hace falta, y si caen, serán cuatro gotas", decían nuestros compañeros de desventuras .. " Si habremos hecho noches nosotros al raso ... ", nos restregaban ... "Mirad que bonitas las estrellas .. así no puede llover".-

-"¡Si hombre, si!"-. Y nosotros a lo nuestro.

Cayó la oscuridad y comenzaron las guardias. Nos metimos en los sacos. En camiseta y calzoncillos. Dentro y a nuestros pies la ropa mojada de la jornada. Era la secadora oficial. Salía completamente seca, aunque la plancha...
Al final caímos en brazos de Morfeo, casi instantáneamente. Las marchas y las condiciones empezaban a hacer mella en nuestro físico.

No recuerdo exactamente la hora, lo que sí recuerdo es el golpeo de las gotas en nuestro poncho. Se inició levemente, casi sin notar, para pasar a un fuerte y continuo ruido.

Luego, murmullos que pasaron a clamor producido por los paracaidistas empapados dentro de sus sacos, buscando un techo bajo el que cobijarse.

Adoptamos bajo nuestra cubierta a varios con los que habíamos tenido más relación. Nos miraban riéndose mientras se secaban.

Volvimos al sueño de los justos, es lo bueno que tiene este empleo, que duermes como un bebé.

Otro día, fuimos en busca de los helicópteros. Nos traerían más raciones. Desconozco el motivo, pero faltaron a su cita con nosotros. Imagino que las endiabladas condiciones climáticas tendrían gran parte de culpa. Lluvia. Desolación. Hambre.


No había aparecido hasta que echamos en falta los víveres. Ahora que éramos conscientes de la falta de comida, al menos en un tiempo, el ansia nos invadía. Entonces apareció nuestro ángel de la guarda. Cuando abríamos las mochilas para compartir restos de una mísera cena, se acercó el Sgto. Lara, y, soltando las correas de su mochila, me dio una tableta de chocolate y me dijo:

-" toma y repártela con los compañeros. "-

Fue casi como lo de los panes y los peces. Cuando se lo comenté a los demás se quedaron alucinados. Aquel que no haya estado en circunstancias similares no es capaz de valorar el gesto. Con que poco se consuela el soldado desolado ...



A partir de ese momento dejamos de verlo como un ogro, al menos, un poco menos. Intuimos que en algún rincón de ese disciplinado físico, pero muy al fondo, había un corazón humano. Fue nuestro secreto.

Poco más recuerdo, salvo la imagen que siempre vuelve a mi mente: La del caballero legionario paracaidista llevando, además de su mochila y armamento, una caja metálica de munición en cada mano. Bajo la lluvia, el viento y cualquier inclemencia. Levantaba la cabeza, su poncho le impedía ver más allá. Mirándome cuando encabezaba la marcha, preguntando con sus ojos lo que su orgullo le impedía hacer con la palabra:

-"¿Cuándo llegamos al final?-

Como un bucle sin fin: Lluvia, humedad y hambre.

Tanto ellos, los paracaidistas, como nosotros, lejos de competir, aprendimos a respetarnos en nuestras virtudes y en nuestras miserias. Unos nos enriquecimos con su demostración de resistencia, sacrificio y compañerismo; ellos aprovecharon nuestra experiencia en montaña para hacerse más fuertes; y ambos seguro que mejoramos. 

La verdad es que mientras las pasábamos canutas, otros pelotones disfrutaron de comodidades impensables para nosotros. Desde acampar en un pueblo, ver un partido de fútbol en un bar, tener acceso a tiendas... 

Para nosotros, estas maniobras fueron, como diría mi amigo Txusbi (navarro de la Ribera), un auténtico "DEVORO".



Finalmente, un día, el último, fuimos recogidos por unos helicópteros y abandonamos el monte para dirigirnos a nuestra "casa". 
Fuimos helitransportados cómodamente al campamento del Carrascal. Allí y teniendo como anfitriones a los paracaidistas, tuvimos una comida de confraternización con ellos.

Al cabo de un tiempo, nos comunicaron oficialmente que el Alto Mando de la BRIPAC felicitaba, expresamente, al pelotón del Sgto. Lara por la forma en la que cumplimentamos la misión.
Incluso se hizo mención del ejercicio y de la felicitación en una publicación del Ejército.
Aquí acabo esta historia en la que se entrelazan la imaginación con la realidad, todo ello aderezado con la buena intención de hacer recordar unos momentos ya casi perdidos entre la bruma del tiempo y el olvido.

Mi intención no era la de molestar a nadie, y si alguien se siente ofendido, pido perdón por adelantado.

Un saludo a todos los COMPAÑEROS, con mayúsculas, y en particular a nuestro, en aquella época, Sgto. Lara, al que espero, al menos, le broten los recuerdos.



En Bilbao, a 6 de Noviembre de 2013.
Fdo. Kepa San BIas.



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