26 may 2012

Las primeras compañías de esquiadores


El esquí hizo su aparición en nuestro país algo más tarde que en el centro de Europa, poco antes de 1910. Las escasas personas que lo practiría de ellos estaban formados por autodidactas o por esquiadores que habían recibido enseñanzas de extranjeros.

En 1924 se crearon en España los primeros Batallones de Montaña,cada uno de los cuales contaba con una Sección de Esquiadores. A pesar de las considerables dificultades existentes, debidas al bajo nivel del esquí nacional, un grupo de oficiales entusiastas realizó una esforzada labor para instruir a los soldados en la técnica del esquí. Las actividades pedagógicas y técnicas fueron encomendadas a la Escuela Central de Gimnasia del Ejército.

Durante la GC se constituyeron en ambos bandos, unidades de esquiadores. Estas unidades se completaban con voluntarios mocaban eran miembros de los clubes de montaña que empezaban a surgir por aquella época. En los años treinta se crean pequeños grupos de aficionados que practican el esquí en La Molina, Navacerrada, Nuria, Candanchú, Pajares y Sierra Nevada. La mayontañeses, que recibían, junto a la instrucción militar correspondiente, adiestramiento en el empleo de los esquís.

LA COMPAÑÍA DE ESQUIADORES DE LAS MILICIAS PIRENAICAS




El reclutamiento y la organización de dichas Milicias se llevó a cabo, bajo el mando del Comandante José María Benet (Socio fundador del CEC y de los Boy Scouts de España). Reunió un grupo de voluntarios, procedentes en gran parte de familias de clase media o acomodadas de Barcelona.

La Compañía de Esquiadores quedó a las órdenes del capitán don Carles Balaguer, constituida por tres secciones que mandaban respectivamente los tenientes Xandri, Altaba y Nicolau Gausset.

Dicha compañía fue el resultado de la unión de varias fuerzas que operaban de forma independiente y que se habían formado por el alistamiento sin control de jóvenes montañeros a las distintas milicias formadas por los Partidos, y que provenían mayoritariamente del Centro Excursionista de Cataluña , Grupo Alpino Sabadell, Grupo de Milicias Alpinas del PSUC, Milicias Antifascistas Alpinas, Columna de Montaña Ferrer y Guardia de la CNT y Grupo de Montaña del POUM.

Su equipamiento, de características muy especiales, no tubo los problemas, que aquejaron a los esquiadores Nacionales, tanto por el conocimiento que tenían respecto a las características de los materiales que precisaban, como por la disponibilidad de los mismos, al encontrarse en la región las únicas firmas que fabricaban o comercializaban dichos materiales en España. El previo conocimiento y la comunidad de aficiones facilitó la cohesión y la camaradería del grupo tanto o más que el ideario político del mismo.

Tras un periodo de instrucción militar, la nueva unidad no empezó a tomar forma hasta el 18 de septiembre de 1936, momento en el cual se autorizó oficialmente su creación bautizándola con el nombre de Compañía de esquiadores de las Milicias Pirenaicas, unidad que dependía directamente de la Conserjería de Defensa de la Generalitat, al frente de cual estaba el teniente coronel Díaz Sandino, dicha compañía se estableció en La Molina,precisamente en el chalet con que allí contaba el Centro Excursionista de Cataluña, para completar su entrenamiento en la montaña.

Estaba encuadrada, sólo de una forma muy teórica, ya que su aislamiento les proporcionaba una autonomía casi completa, en un columna o sector que cubría desde la frontera francesa hasta la confluencia de los ríos Gállego y Guarga cuyo mando ostentaba el comandante de infantería don Mariano Bueno Ferrer, con el capitán Pascual Miñana como jefe de Estado Mayor, columna esta a su vez autónoma, aunque con dependencia nominal de las fuerzas que asediaban Huesca a las órdenes del coronel don José Villalba Rubio.

La primera medida práctica que tomó Benet fue enviar a Caspe, el día 27 de septiembre, al Grupo Alpino de Sabadell. La primera de aquellas unidades absorbida por Las Pirinenques que, previamente había recibido instrucción efectuando unas breves prácticas en los bosques de Vallvidriera, a la que seguirá un tiempo más tarde una compañía de Estat Catalá, junto a los componentes del Batallón Alto Aragón que allí se encontraban.

En enero de 1937, La Compañía de Esquiadores continuaba establecida en La Molina, muy alejada del frente, empleando su tiempo en el entrenamiento y la práctica del esquí, situación esta que propició la concesión de permisos a varios de sus miembros que marcharon a disfrutarlos en Barcelona.

Pero la estancia en aquel retiro montañés no resultaba todo lo tranquila que hubieran apetecido sus integrantes a causa de las huestes anarquistas de Antonio Martín, “El Cojo de Málaga”, un personaje al que la revolución había encumbrado a dueño y señor de vidas y haciendas de la comarca de la Cerdaña, en la que ejercía una tiranía avasalladora sustentada en el terror. Los hombres de “El Cojo” pagaban con una particular inquina hacia los señoritos de la Compañía de Esquiadores la aversión que éstos, a su vez, les demostraban, dándose algún incidente entre ellos, como el intento de linchamiento, finalmente frustrado, de uno de los esquiadores, apodado “Coll de Ferro”, cuya habilidad para interpretar a Beethoven al piano juzgaban impropia de un espíritu revolucionario.

Pero no eran los esquiadores los únicos en aborrecer la opresión de “El Cojo de Málaga”. Los vecinos y autoridades de Bellver decidieron oponerse, por las armas, si era preciso, al expolio de sus bienes a que aquel les sometía, negándose a enviar a Puigcerdá alimento alguno que no fuera compensado mediante intercambio. El 25 de febrero de 1937 en que las huestes de Antonio Martín cortaron las comunicaciones y accesos de Bellver, preparándose para asaltar la población, en tanto los vecinos se aprestaban a hacerles frente. Un soldado de la Compañía de Esquiadores que se encontraba en la misma ofreció al alcalde la cooperación de la unidad y una vez aceptada ésta, avisó a La Molina desde donde acudió la sección del teniente Xandri, que hizo causa común con los defensores de la plaza. Finalmente, el enfrentamiento no llegó a producirse en esa ocasión , pero la actitud de los esquiadores fue algo que Martín no estaba dispuesto a pasar por alto y decidió atacar su acuartelamiento, donde sólo había quedado una sección desarmada, que fue dominada sin ninguna dificultad.

La noticia del ataque llegó, no obstante, a Barcelona y allí el capitán Balaguer alertó apresuradamente a los que estaban de permiso de la Compañía, reuniéndolos en la estación de ferrocarril, donde les distribuyeron fusiles y una ametralladora. Pese a partir advertidos y aparentemente resueltos a rescatar a sus compañeros, al descender del tren en la estación de La Molina se dejaron desarmar y detener sin oposición por los hombres de “El Cojo”, que los recluyeron con sus compañeros en el chalet, mientras se llevaban a Puigcerdá al capitán Balaguer y al teniente Altaba. Al mismo tiempo avisaban telefónicamente a la sección de Xandri para que retornara al acuartelamiento de La Molina donde, dijeron sus compañeros se hallaban cercados, éstos acudieron a la emboscada, siendo igualmente reducidos sin resistencia, pese a que en un principio dominaran la situación, por haberse presentado en un momento y por una dirección que no se les esperaba.

Una gestión de la Generalidad ante los dirigentes anarquistas, logró que “El Cojo” se aviniera a liberar a los esquiadores detenidos con la única condición de que desaparecieran de sus “dominios”, siendo así como la Compañía al completo fue escoltada por los cenecistas hasta la estación de tren de La Molina y embarcada con rumbo a Barcelona, donde se les comunicó que podían disfrutar de un permiso indefinido hasta nuevas órdenes.

Primera reorganización:

Tras la revuelta de mayo de 1937 , la Compañía de Esquiadores que fue reorganizada contando con 137 hombres, partió hacia el frente siempre bajo las ordenes del comandante J.M. Benet.

La Compañía debía cubrir el frente desde Torla a la frontera francesa, por las cresterías Tendeñera, Otal, Brazato... que, separan los valles del Ara y de Tena, con su comandancia instalada en Bujaruelo. Allí fueron pasando los días, ocupados en patrullas y descubiertas, sin contacto alguno con sus adversarios, salvo en una ocasión en que una de sus escuadras topó con una unidad de esquiadores nacionales que les hizo fuego a gran distancia con la mala fortuna de que una de las balas hiriera al sargento Ernesto Mullor, primera y única baja que tuvo la Compañía en este periodo.

En la ofensiva contra Huesca, que tuvo lugar en junio de 1937, la 130 Brigada que, con la 72 y la 102, constituía ahora la 43ª División, debería efectuar una serie de acciones secundarias para fijar las reservas del enemigo entre las cuales estaban prevista la ejecución de dos ataques a las centrales eléctricas del Pirineo a cargo de la Compañía de Esquiadores.

El primero de ellos, contra la central de Panticosa, lo llevó a cabo la sección del teniente Xandri, aunque el capitán Balaguer dirigió personalmente la operación, sin que lograra alcanzar su objetivo al ser descubierta por los esquiadores nacionales, con quienes sostuvieron un tiroteo muy distante mientras se retiraban, en la segunda, contra la central de Brazato, la Compañía al completo llegó a posición de asalto, no efectuándolo porque no recibieron los explosivos que se les habían prometido. La opinión extendida entre los esquiadores republicanos era que se trataba de dos acciones imposibles de culminar con éxito, que les habían sido encomendadas con el único objeto de desacreditarlos y actuar contra ellos.

Algo de esto debía de haber en el fondo porque, tras un oscuro proceso orquestado, al parecer, por los comunistas, fue condenado y fusilado el capitán Millet del Batallón Alpino y éste disuelto, pasando los componentes de la Compañía de Esquiadores al pueblo de Jánovas, en las proximidades de Boltaña, destinados a la Brigada 72, sin permitirles continuar reunidos, distribuyéndolos entre los diferentes batallones que la componían.

Los esquiadores, no les gustaba el ambiente de esta unidad, tan distante de sus gustos y del marco geográfico de su preferencia, dieron en solicitar la baja de aquellos que por su edad no estaban comprendidos entre las quintas movilizadas, al tiempo que animaban a hacer lo mismo a los otros soldados de la brigada que, por ser analfabetos en su mayoría, ni siquiera se habían enterado de que tenían derecho a ello. Tal conducta, junto con otras actitudes un tanto reacias, no les ganaron precisamente el aprecio del mando que vio con cierto alivio como, con unos u otros pretextos, los voluntarios pirenaicos iban marchándose a Barcelona.

Uniforme y equipo de campaña


Segunda reorganización: El batallón vasco-catalán.

En Huesca estaba organizándose un nuevo batallón alpino, esta vez a base de los combatientes del teatro de operaciones del Norte que, tras su liquidación, habían logrado llegar, a través de Francia, a la región centro-oriental. En él encontraron acomodo, los antiguos esquiadores que habían pertenecido a la 72 Brigada, dando al Batallón un carácter vasco-catalán, que le valió precisamente esa denominación, además de la oficial de Batallón Pirenaico. Dicho batallón, a las órdenes, del mayor José Cosgaya, formaría parte de la 43 División, pasando a organizarse en el cuartel Carlos Marx (anteriormente, cuarteles del Parque de la Ciudadela), donde permanecería en instrucción hasta el inicio del invierno de 1937/38. Formaba parte del mismo una Compañía de Esquiadores de nueva creación de la que obtuvo el mando el capitán Carles Balaguer, con presencia mayoritaria de los alpinos catalanes, que lograron incorporar a la misma a su anterior equipo médico, encabezado por el doctor Mas Meya, aunque no a los restantes oficiales, de los cuales el teniente Xandri encontraría la muerte, ya capitán, en la bolsa de Bielsa.

Como quiera que los vascos no reparaban en gastos cuando se trataba de sus tropas, los medios materiales para el equipamiento del Batallón fueron adquiridos en Chamonix, centro de moda, entonces, del deporte de montaña en Europa, a donde fueron enviados los hermanos Aldaz para formalizar la compra.

Con las primeras nieves, la Compañía fue enviada a Benasque, donde la Plana Mayor quedó alojada en la fonda Sayó, dedicándose a completar la instrucción montañera de la misma. En marzo de 1938 debían trasladarse a la Renclusa, pero tales planes se vieron frustrados por la ofensiva nacional en Aragón, que demandaba toda clase de refuerzos, entre los cuales el Batallón Alpino fue requerido para acudir al frente de Huesca. Su entrada por primera y última vez, todo hay que decirlo, en combate, el día 25 de marzo, a la altura del pueblo de Barluenga. Esta actuación fue desastrosa. 

Sorprendido por el ataque de unos supuestos “mercenarios marroquíes”, porque lo cierto es que en las filas de la División 63 nacional, no figuraba una sola unidad de Regulares, se desbandó bajo el ametrallamiento de los aviones nacionales, dándose a la huída, que pudo efectuar, según Segalás, porque los moros se dedicaron a la rapiña de sus flamantes equipos de montaña abandonados, en lugar de perseguirles. 


Segalás, junto con otros dos compañeros, perdidos y aislados, decidió encaminarse a su base de Benasque, donde llegaron tras una penosa caminata para encontrarse con la agradable sorpresa de que los restantes miembros de su unidad habían tomado similar decisión, reuniéndose allí la totalidad del Batallón, del que sólo faltaban el sargento Boix y un sanitario, que habían caído prisioneros.


El comandante Cosgaya decidió que no estaban en condiciones de ofrecer una mínima resistencia cuando se presentaran sus enemigos, optando por retirarse a Francia, cosa que hicieron sin que se les ocurriera prestar ayuda alguna a los numerosos civiles que huían en penosísimas condiciones por su mismo camino ni se preocuparan de evitar que unos incontrolados incendiaran el pueblo. Tuvieron, en cambio, buen cuidado de hacer una presentación marcialmente impecable ante los gendarmes franceses, que se mostraron admirados de su aspecto bizarro mientras los desarmaban.

Tercera reorganización y disolución:

El Batallón en pleno optó por retornar a la España republicana, siendo trasladado por ferrocarril a Gerona para proceder a su reorganización.

Desde entonces, y hasta el término de la guerra, el Batallón Pirenaico se mantuvo en estos parajes, guarneciendo unas posiciones en las que ya no volvieron a darse enfrentamientos de entidad. A finales de 1938 el Batallón cubría el frente desde Tirvia a la frontera francesa. En estas circunstancias, la Compañía de Esquiadores había perdido su carácter de tal. Su capitán, Balaguer, pasó a ser jefe de información del Batallón y el propio sargento Segalás fue destinado a la Plana Mayor de la unidad y aunque ambos, junto con otros aficionados, no desaprovechaban las ocasiones que se les presentaban de calzarse los esquíes, éstas eran cada vez menos frecuentes para una tropa que vivía en unas trincheras que de día en día iban haciéndose más confortables y en posiciones que les permitían retirarse a Francia fácilmente en caso de derrota, que se adivinaba inminente, cosa que efectuaron al poco tiempo, dando por concluida su particular guerra.




ORÍGENES UNIDAD NACIONAL




Al comienzo de la Guerra Civil, en el mes de julio de 1936, la parte pirenaica se convirtió en una zona de frente estabilizada pero descubierta e impracticable para la infantería, la mayor parte del invierno. Por esto hubo necesidad de crear una unidad alpina. Esta zona se encontraba en el sector del V Cuerpo de Ejército de Aragón.

El principal problema con que se encontraron los encargados de tal misión no fue otro que la inexistencia de material preciso para equipar convenientemente a ese tipo de unidades. Ni siquiera había fábricas donde poder obtenerlo, pues todas las fábricas de material de montaña, se encontraban en la zona republicana.

A toda prisa se creó el 'Batallón Alpino' que mas tarde operaria en la llamada 'Bolsa de Bielsa' y la '1ª Compañía del Regimiento Pirenaico nº1'

EL EQUIPO

La primera dificultad por tanto fue equipar a dichas unidades, para ello y sobre unos croquis y dibujos se fueron confeccionando las diversas partes del uniforme. La gorra fue diseñada con visera, con orejas que pudiesen plegarse y sin ningún botón. Se fabricó en serie por una gorrería sita en la calle Escuelas Pías de Zaragoza, usando la tela proporcionada por el almacén de la Junta Recaudatoria. La cazadora de piel blanca fue fabricada por dos empresas de Illueca (Zaragoza), los jerséis, medias y calcetines tuvieron que ser aportados por los propios soldados y oficiales, los correajes y mochilas se encargaron al guarnicionero Sebastián Gimeno, las botas se hicieron en Tafalla (Navarra) en una fabrica militarizada a tal fin y los esquís fueron encargados a un modesto carpintero que ya fabricaba esquís antes de la guerra en Zaragoza.

Para la fabricación de dichos esquís se uso una partida requisada de madera de hiroky, usándose para la confección de los bastones y arandelas de estos, varas de fresno compradas en el Mercado de Lanuza y unos juncos usados para limpiar los tubos de las locomotoras de ferrocarril.

De esta manera y solo veinticuatro días después de empezar a preparar las equipaciones, el día 24 de Diciembre de 1936 salía hacia Candanchu, la primera Sección de la Compañía de Esquiadores con un escaso equipo de montaña y guerra, con la gorra como única prenda de uniforme, algún que otro fusil y las armas, mochilas y esquís que habían sido aportados por cada soldado y por esquiadores y socios de la sociedad 'Montañeros de Aragón'.

El primer cuartel de esta compañía, fue el hotel de Candanchu, que había sido construido en su día por el 'Esquí Club de Tolosa'.

Al igual que en la compañía Republicana, los componentes de esta compañía tenían muy diversa procedencia y edad, pero a los que unía su ideal y su amor común: La Montaña. Pero tras estos primeros soldados, se hizo necesaria una recluta de personal, eran necesarios unos cuarenta hombres, para ello fue nombrado el Capitán Morlas, el cual no tuvo mayor dificultad para encontrarlos, pues procedentes del Valle del Tena salieron muchos voluntarios, que hermanados a la Compañía del Valle del Tena, ya habían combatido en el frente de Biescas en Septiembre de 1936.

Uno de ellos fue Tomas Pallas 'el blindao', que con quince años se presento en Jaca y luego en Candanchu después de una dura marcha por la nieve, y que con el devenir de los años se convertiría en el fundador de la primera Bandera Paracaidista del Ejército de Tierra, alcanzando la graduación de Teniente General.



De esta manera, después de realizar el encuadramiento, quedo formada esa primera unidad en Candanchu. La instrucción para aprender a esquiar era fue dirigida por D. Carlos Ituarte.
Se realizó el reparto de los equipos y rápidamente pasaron a ocupar posiciones, se debía cubrir una gran extensión de terreno lo que obligo a establecer posiciones fijas y aisladas desde donde partían patrullas lo que obligaba a contar con un número elevado de hombres, incluso en los meses más crudos del invierno.

Todos estos destacamentos eran relevados cada quince días y su aprovisionamiento a base de mulos de carga siempre estuvieron condicionados a las inclemencias del tiempo, con lo cual no era de extrañar que a veces los soldados bajasen agotados y desnutridos, teniendo que atenderles en el hospitalillo de Panticosa.

Entre estos componentes de la primera compañía se encontraban Eustaquio Urieta y José Torrente Sostres montañeros y perfectos conocedores de los Pirineos, José Maria Gironella, escritor y novelista, Luis Soler, Marques de Soler, Juan Lacasa, Alcalde de Jaca, Morlans, Alcalde de Panticosa, Cajal, alcalde de Canfranc, El teniente Clavero, Luis Gómez Laguna, Alcalde de Zaragoza mucho tiempo después, Pérez Serrano Juan Chacartegui.... Etc etc..

Destacar de todos ellos la labor de los médicos y correos quienes recorrían kms y kms para llevar asistencia médica y provisiones tanto a la población civil como a los soldados heridos en las patrullas. Podríamos destacar así al teniente Enrique Armasen quien acompañado de su fiel compañera 'chiqui' llevo la ayuda medica por todo el valle, también a José Maria Serrano Vicens, apodado 'el sarrio' que atendía a los heridos en primera línea de fuego y considerado uno de los componentes mas 'duros' de la Compañía y que posteriormente formaría parte de Compañia de Esquiadores de la Division Azul en Rusia y dirigiendo un hospital de campaña en el frente ruso.

Durante la duración de la Guerra Civil, otras unidades también fueron adscritas a esta compañía de esquiadores, como los voluntarios catalanes del Tercio de Nª Sª de Montserrat, los 'arcabuceros' del Teniente Oliva después de la retirada en Biescas o los 'canarios' que traídos directamente desde sus islas, al principio no eran capaces ni de salir al exterior de los barracones.

La Compañía de esquiadores, recibió la Medalla Militar Colectiva en julio de 1938.

En 1959 el club 'Montañeros de Aragón' inauguro un monumento a dicha compañía de esquiadores en el Puente de Escarrilla (Huesca), pero debido a una obras de ampliación de esa carretera, la placa homenaje y el emblema de esta compañía fueron desmontados, encontrándose en la actualidad en el cementerio de Panticosa (Huesca)
También participaron unidades de esquiadores, al menos nacionales, en Somosierra y Guadarrama.

En 1921 se agrega una compañía de soldados indígenas a la Mehala del Atlas Marroquí al mando de esa compañía estaba Trapiella. En 1925 esa compañía es agregada a los regulares. La Unidad Indígena de Montaña.

En 1930 se crea la CIA de esquiadores de Granada, con Trapiella a su mando y compran un semioruga italiano al cual le ponen patines, la compra esta reflejada en el BOE de esas fechas, ya en la guerra civil, Trapiella aparece defendiendo el Alcázar de Toledo y a su liberación es cuando se crea la compañía de esquiadores del Guadarrama, también a su mando.

Acaba la guerra y en 1942 Trapiella parte a Italia y Austria donde esta unos meses aprendiendo técnicas de los Alpinis Italianos y los Jaeger Alemanes, (hay fotos de Trapiella con ellos yo las he visto) en 1945 y después de la experiencia adquirida en los Alpes, funda la escuela militar de montaña en Jaca (Candanchu).

Hay un documento de 1931 en el cual se autoriza a la CIA de esquiadores de Granada a portar un emblema que constaba de dos esquís inclinados hacia la izquierda y paralelos, con una corneta de cazadores y un piolet, la guerrera de Trapiella lo lleva bordado en la manga.

Compilación de varios artículos publicados por www.militar.org.ua

Fuentes:

Exposición permanente del Ayuntamiento de Bielsa - La bolsa de Bielsa 

Revista Española de Historia Militar 

Raúl Asturias



18 may 2012

Pico de Orhi


Muerte de 4 soldados en la marcha al pico de Orhi



Una impresionante marcha de la muerte sobre la nieve

Amplio relato de lo acontecido a la compañia española de escaladores que se perdió en el Pirineo durante una tormenta.
Se conocen algunos detalles de la trágica odisea sufrida este fin de semana en el Pirineo navarro por una compañía de escaladores de la división de montaña "Navarra número 62, integrada por 78 soldados, 3 tenientes y 4 sargentos, al mando del capitán don Joaquín Calvo Fernández, los cuales se vieron envueltos en una tormenta de nieve en el pico de Ory, que produjo la muerte por congelación a cuatro hombres:
· Benito Sanz Gómez, de Aranda de Duero
· Manuel Pérez Pérez, de Elgoíbar
· Carlos Izquierdo Basateguí, de Vitoria
· Jesús Santa María Bar­bero, de Burgos
los cuales fallecieron cuando eran trasladados al pueblo francés de Larrau.

Cambio radical de las condiciones meteoroloqicas
La citada compañía, según se afirma, había partído la mañana del viernes del campamento de Ochagavía, en el valle del Roncal, para hacer una marcha regla­mentaria con toda la impedimenta. Sin embargo, como hacía sol, los hombres no llevaban mucha ropa de abrigo. Hacia el final de la tarde Se encontraban ya cerca de la frontera francesa cuando se levantó una niebla espesísíma y, a con­tinuación, comenzó a nevar con una intensidad inusitada. Desorientados por com­pleto, tuvieron la suerte de encontrar a unos cazadores, quienes les indicaron el camino a seguir hasta el pueblo de Larrau, adonde llegaron a las ocho de la noche. En este pueblo fueron atendidos los soldados por el vecindario, que les suministró comida y ropas de abrigo, alojándoles en la sala de fiestas, transfor­mada en dormitorio con algunos haces de paja. La gendarmería de Tardets había sido advertida del hecho, que puso en conocimiento de las autoridades depar­tamentales.

Reanudación de la trágica marcha
Ignorando que a poca distancia del pueblo la nieve tenía un metro de espe­sor, los soldados decidieron abandonar Larrau a las cinco y media de la mañana del sábado. La tragedia habría de producirse poco tiempo después, entre los puntos llamados Burkeguy y Uthurceneta, según precisan los franceses, que tan decisivamente han colaborado en el salvamento de los soldados. El viento soplaba a cien kilómetros por hora y la nieve que caía no permitía la marcha de la columna, que hubo de dispersarse. Algunos consiguieron reagruparse y tuvieron la suerte de hallar unos automóviles abandonados, donde Se refugiaron, otros encontraron una cabaña y un grupo mandado por un teniente consiguió Ilegar hasta Larrau, y dar la voz de alarma. Seguidamente el capitán de la gendarmería de Oloron movilizó a todos los equipos de esquiadores de la zona, que partieron hacia el lugar del suceso, junto con voluntartos de los pueblecitos de la comarca, que dieron pruebas de un alto sentido de solidaridad humana, colaborando con las fuerzas esquiadoras de la gendarmería francesa. Por otra parte, los helicóp­teros de la Protección Civil, que también habían sido alertados, se trasladaron en seguida a Larrau y comenzaron a actuar, recogiendo uno a uno a todos los soldados que se hallaban perdidos entre la nieve, alguno de los cuales ya presen­taba síntomas de congelación. También recogieron a los cuatro que habrian de perecer en el camino hacia Larrau.

Regreso a España
Para las once de la noche la compañía de escaladores se encontraba en el citado pueblo, que ha sido testigo de esta alucínante historia padecida por los soldados españoles. Desde Larrau, en camiones del Ejército francés, y acompa­ñados por sanitarios y oficiales de la gendarmería, así como por el cónsul de España en Pau, partieron hacia España, llegando al puente Internacional de Irún a las cuatro de la madrugada del domingo, con las cuatro víctimas anteriormente citadas. Otros tres soldados, dada su gravedad, hubieron de quedar hospitalizados en Oloron y Pau, Sin embargo, en la tarde de hoy lunes han sido traídos al Hospital Militar de San Sebastián y se encuentran fuera de peligro. En el Hospital Militar de esta capital fueron internados asimismo otros siete soldados con sín­tomas de agotamiento y conjuntivitis. El resto de la expedición continuó el mismo domingo hacia Pamplona, donde radica la división número 62. Los cadáveres de las cuatro víctimas fueron velados en el hospital de San Sebastíán, adonde acudió el Capitán General de la VI Región Militar a depositar una corona en los fére­tros de los soldados muertos, que posteriormente fueron trasladados en ambu­lancia y acompañados de sus familiares, a sus puntos de origen.

Recuperación del material
Según fuentes de información francesa, durante el día de ayer domingo, la gendarmer-ía estuvo recorriendo la zona del suceso para recuperar el material que había quedado entre la nieve y, al propio tiempo, ver si en las cabañas de los cazadores había quedado alguna otra. persona, a la que también pudo sorprender la borrasca. La colaboración que han prestado los franceses para salvar a los soldados ha sido abnegada y ejemplar, tanto por lo que se refiere a la gendar­mería como a la población civil. El gobernador militar de Guípúzcoa, que se hallaba en el puente internacional aguardando el regreso de las fuerzas españo­las, expresó a los jefes mIlitares franceses que les acompañaron el agradecimiento del Ejército Español por la colaboración decisiva que prestaron.

La prensa regional francesa publica hoy algunas fotos del suceso, que son de un patetismo verdaderamente conmovedor. La televisión de París ofreció también ayer domingo algunas imágenes de esta odisea desgraciada que ha emocionado profundamente en ambos países.

Transcripcion de la noticia publicada en La Vanguardia el dia 27 de Octubre de 1964.


Lapida, situada a la entrada del cuartel en Aizoain, en recuerdo de los caidos en 1964.